Indio Gringo que pedalea, sirve para otra batalla

Nadie habla desde ningún lugar y nada no proviene de ningún lado. Pero no hay causas sino huellas. Lo dado es siempre una huella y, frente a ella, los fantasmas dejan las suyas. Como las de mi padre… que dejó de ser un fantasma cuando volví a escuchar un partido de Central por la radio y me di cuenta que él ya no estaba conmigo al buscarlo en ese abrazo de gol. Ahí quizás comprendí que el duelo termina cuando ese fantasma se transforma en un hermoso recuerdo que me acompañará el resto de mi vida.

Quisiera ser honesto y convalidar esa respuesta que tranquiliza porque la seguiré buscando siempre y me parece que solo se llega a encontrarla, buscando dentro de uno mismo, que es el lugar desde donde nacen siempre todas las preguntas que nos importan. Al final, toda nuestra búsqueda será llegar al punto de partida… reconocer el lugar donde por primera vez nos dejamos amar.

La camiseta nunca me marcó la individualidad como persona, sino que generaba un compromiso a un grupo, a una comunidad, la cual era liderada por mi viejo y toda la devoción que él le tenía, como buen creyente de la religiosidad del fútbol, en contraposición a los ateos de la pasión, por parte de los que se hacen llamar intelectuales de este deporte.

Yo militaba una «ideología» representada en su querido Rosario Central, y ponerme la camiseta era revalidar una elección implícita de manera explícita, para mostrarme, identificarme, ser identificado y sobre todo, encontrar lo que todos necesitamos: que nos reconozcan y nos den amor nuestros seres queridos.

En ese estado me encontraba un día pedaleando con la Canaya puesta, por el Barrio Paykin, de mi ciudad de Resistencia, en una bicicleta playera que me compré por unos cincuenta pesos, con lo justo que le da a un laburante que tiene un bebé de pocos meses. Iba rumiando una alegría inconstante, de esas que dudamos de algún modo: Central estaba pronto a jugar la Copa libertadores en Asunción y yo estaba deambulando a través de los días como una puta en un mundo sin veredas, sin saber si podía soportar otro gol sin abrazos. Recordé a San Pablo que dijo: “la esperanza de lo que se ve no es esperanza», por consiguiente, es desesperación pero ésta vino siempre de lo improbable y la esperanza también, que apareció con una extraña forma de dos cabezas, una llena de rulos y otra de pelo chuzo, a gran velocidad, que me venían siguiendo en una moto Dax. La Playera se convirtió en una de carrera y les costó cinco cuadras alcanzarme. Me cruzaron el camino y no me quedó más remedio que aceptar la inevitable posibilidad de que me iban a afanar la bicicleta y tener que pelear.

Pero detrás del simulacro imaginario de robo, los adivino en la sorpresa:

_ ¿Sos de Central? _Me preguntaron con curiosidad.

_ ¡Claro que sí! Hola, soy Ruben _ Y las dudas disiparon aquella sentencia que venía sosteniendo, la cual dictaba que “no nos quedan más comienzos… “

Leo y Santi me invitaron a viajar en una Trafic a Paraguay para verlo a Central. Más tarde, de la mano de ellos, formamos la Filial José Luis “Puma” Rodríguez Chaco-Corrientes. Me di cuenta que la vida no se ordena, nosotros la ordenamos.

Se me sumaron los años y no puedo negar que la melancolía sigue apareciendo después hacer el amor o ver un partido de Central, pero ya al no tener necesidad de abrazos de gol, los aprendí a desearlos siempre y en ellos siempre vienen acompañados de ojos brillosos y la gratitud a la respuesta que buscaba se encuentra con la felicidad.

Por Mariano Frigini

Inspiraciones y agradecimientos:

*Ruben Armando Leto   

*Leonardo Farina

*Santiago Donato

*Séneca

*Juan Fernando Rivera Gómez

*Eduardo Galeano

*T. S. Elliot

*Socrates

*Spinoza   

*Edgar Morin

*Pablo de Tarso

*Emil M. Cioran

 

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