Como el Gran kure-Luque, a todos lados

Yo soy de los que creen que estábamos condenados de antemano a la derrota, a la derrota sin apelaciones, pero había que viajar y pelearla de la mejor forma posible, de frente, somos Guerreros, y eso es nuestra victoria y diferencia de un hincha ordinario. Un Guerrero es el que toma todas las cosas como un reto, mientras que cualquier pecho frío lo toma todo o como una bendición o una maldición.

Además vinieron hasta Corrientes desde San Pedro los pibes de la Filial Marco Ruben y como uno no se hace Canaya por mandato divino, sino mas bien, es un reconocerse como tal a medida que va encontrando a más Canayas por el camino de la vida, nos sumamos, así que la Filial Puma Rodríguez Chaco-Corrientes y ellos fuimos al encuentro de la Filial Claudio Scalice en Formosa, para hacer nuestra última escala.

Paramos en un Hostel con pileta y alcohol formoseño, de esos que te brinda «un amigo que te dio Central», que no son de los más grandes o de los más íntimos pero sin son los que denominamos «de los nuestros». Nos identificamos con sus temas, con su humor, con el tono de su voz, con sus caprichos y hasta con sus debilidades o errores, que por tanto nos resultan muy fáciles de disculpar. En su aliento nos hallamos a gusto y sentimos ese calor estimulante de reconocimiento mutuo que sólo se obtiene fuera de lo cotidiano y bebiendo alcohol bien regado por las rutas.

 Al otro día nos cruzamos a Asunción, Paraguay. Destino que nos tiene acostumbrados la Copa Libertadores de América, como así también, las amistades guaraníes tan cercanas. Paramos en un hotel por Aviadores del Chaco y a la vuelta de ahí, acanayamos a «Carita» que tenía un bodegón para surtirnos de bebidas: nos armó una conservadora descartable llenas de latitas Munich que luego fui sobaqueando rumbo a la cancha. Nos encontramos también a comer con los amigos de la barra de Sportivo Luqueño, los Chancholigan y su chancho grande: «el Gran kure-Luque». Porque tenemos los mismos colores y también nos apropiamos de aquella frase que les dijeron: Somos de primera, he’i luqueño oviaháramo kure ryrúpe (Somos de primera dijo el luqueño y viajó en la pocilga)

__¡David estos chorizos están verdes!

__¡Entrale amigo que son con acelga!

Las pieles se arrastraban y mugía sobre la parrilla carne semiasada, y había como una voz de vaca que te decía «ya no importa nada y a la vez es lo más importante que te merecés en complicidad de los tuyos», y al igual que a todos los jóvenes de estómagos mal acostumbrados, me proponía a cuidar mis tripas, pero afortunadamente intervino una risa perfecta, esa de Ekekos que exhalan el humo de anécdotas y latas que eructan un vaho que podrían acicalar las alas de los mosquitos sospechados con dengue.

Ya nos esperaba el Estadio Defensores del Chaco y Deportivo Libertad, por el grupo H, se enfrentaría Rosario Central con mucho juveniles y un par de veteranos, que con la edad, convirtieron sus errores en sarcasmos pero teníamos el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad. Mientras que el diario Olé publicaba que nos «lo teníamos que tomar con Cocca», el día anterior Jorgito se lo cruza en el shopping a José Chamot y tenía una vaga idea que trabajaba como técnico en un equipo de Paraguay, así que lo invitó al Flaco a ir a la cancha con nosotros a alentar al equipo de sus amores, tarde se dio cuenta que su trabajo era el de dirigir técnicamente al equipo que enfrentábamos.

__Vos tenés que estar en la tribuna con nosotros y no dirigiendo a esos burros __Jorgito contratacó verticalmente ante la aclaración de Chamot y continuó como si quisiera aconsejarlo sin que se lo pidan__.

__Tendrías que volver a la tribuna porque la gente, como dijo El Diego, la gente es importante, la gente te motiva, pero la gente no está adentro de la cancha. Y donde uno se divierte es adentro de la cancha, con la pelota.

Y así como al Flaco no le importó el consejo de Jorgito, con el Canaya a todos lados, también a nosotros, no nos importaba nada. Allí fuimos rumbo a la cancha con los trapos, repartiendo latas y abrazos, en un canto, en un trance como fumando canciones canayescas y bacanales hasta que nos empezó a arrear la policía. Se estaba haciendo un control de alcoholemia para el ingreso. Era bizarro mirar al camión jaula desbordado de Canayas locos y borrachos, como novillos que se apretaban y mugían al sol esperando el mazazo entre las dos astas y el hábil cuchillo de los matarifes, listos ya para ofrecerse a la voracidad de la ley policial.

Todavía nos quedaban miles de latitas de cerveza bajo los brazos, nos escabullimos con Jorgito escapando de los pitufos. La idea era tratar de tomar la mayor cantidad que soporte nuestro orgullo, nos metimos en el garaje de una casa cercana, en los jardines del frente hasta que teníamos que tomar la decisión de ser ganado y alentar desde un calabozo paraguayo o entrar a la cancha. Pero como toda decisión siempre es un acto de locura, nos mandamos y tuvimos la suerte que nuestro aliento no era digno para una pipeta de alcoholemia pero sí para aquellos jugadores que nos ignoraban desde las alturas, tras el partido pésimo que hicieron.

Esa noche perdimos. Después les ganamos en Rosario, aunque no nos alcanzaron los puntos para seguir en la copa. La verdad es que me importa un carajo, porque cuando agarro las rutas para seguir «al nuestro» es como esa pelota que patee fuerte es un despeje cuando jugaba en mi barrio y a pesar que ya pasaron los años, salgo a buscarla porque aún no ha tocado el suelo.

Por Mariano Frigini

Agradecimientos e inspiraciones:

  • Ariel Anillo
  • Jorge Picasso
  • Juan Pablo Besedniak
  • Roberto Bolaño
  • Carlos Castaneda
  • Lawrence Durrel
  • Dylan Thomas
  • Isabel Paterson
  • Aldo F.Báez Mejía
  • Umberto Eco
  • Leopoldo Marechal

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